
Recuerdo cómo matizaba el sol de su cabellera. Volvió la cabeza y nuestras miradas se encontraron un momento en aquel estridente salón de clases, durante el quinto año de primaria. Sentí un vuelco en el corazón. Así empezó mi primer idilio.
Ella se llamaba Raquel, y yo soñé despierto durante toda la primaria y la secundaria , embelesado con solo mirarla, mudo ante su presencia. ¿Habrá alguien que siga revoloteando en las sombras de la noche, atraído por la pálida luz de una ventana, su ventana , como hipnotizado insecto veraniego?Aquel deliquio asexual , pero imperioso y obsesivo , que me turbaba y me quebraba la voz, ahora lo veo como lo que era : UN SUEÑO IMPOSIBLE. Sé que entonces me sucedió , pero no acierto a comprender lo que ahora la memoria insiste en recordarme : que aquello era un sufrimiento; un delicioso tormento.
En cuanto la avistaba en su camino hacia la escuela , o de esta a su casa, por entre las hileras de arboles, me quedaba inmóvil. su actitud era siempre de seguridad en si misma. en la casa revivía yo cada encuentro, y me angustiaba al pensar en mi torpeza. con todo, al llegar a la adolescencia percibí que ella me toleraba con cierto afecto.
Nos faltaba madurez para ser novios formales. Ella era judía ortodoxa, y yo católico escrupuloso; y esto nos obligaba a un amor platónica que volvía improbable un simple beso, aunque no por ello menos deseado. En cierta ocasión me las arregle para abrazarla mientras bailábamos. nuestro abrazo le provoco una risita, tan confiada y candorosa, que me odie por mis pecaminosos pensamientos.
Mi amor a Raquel nunca fue correspondido. cuando terminamos la preparatoria, ella ingreso a la universidad y yo me enrole en el ejercito. Al estallar la segunda guerra mundial, me enviaron a ultramar. nos escribimos algún tiempo; sus carta me iluminaron aquellos años aciagos e interminables. una vez me envió una foto suya en traje de baño, la que me llevo a concebir fantasías mas atrevidas. En mi siguiente carta le insinué la posibilidad de que nos casáramos; casi de inmediato, sus misivas se espaciaron y fueron menos personales.
Lo primero que hice en cuanto regrese a mi país fue acudir a su casa. Me recibió su madre: Raquel ya no vivía ahí con ella, pues se había casado con un estudiante de medicina que había conocido en la universidad. " pensé que te lo había dicho en alguna carta ", comento la señora.
Recibí su carta de despedida mientras esperaba que me licenciaran. Muy cortésmente, me explicaba los motivos que impedían que nos casáramos. ahora que recuerdo aquello, me doy cuenta de que debí de haberme recuperado bastante pronto, a pesar de que durante los primeros meses pensaba que no valía la pena seguir viviendo. igual que Raquel, también yo conocí a otra persona: una jovencita a la que aprendí a amar, y con quien sigo unido con lazos irrompibles.
Pasaron mas de 40 años antes de que volvieran a saber algo de Raquel. Su esposo había muerto, ella estaba de paso por la ciudad, y un amigo mutuo le había dado mis señas. concertamos una cita.
Sentía curiosidad y estaba emocionado. en los últimos años no había pensado en ella, y su inesperada llamada me tomo por sorpresa. verla me impresiono: esa matrona encanecida con la que me senté en el restaurante, ¿era la Raquel de mis deseos y de mis sueños, la juncal sirena de aquella instantánea?
CONTINUARA
Tan intenso como el recuerdo del primer beso...
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