martes, 12 de enero de 2010

SABIDURIA DE LOS IDIOTAS Idries Shah


LA FRUTA DEL CIELO
Había una vez una mujer que había oído hablar de la Fruta del Cielo y la codiciaba. Entonces le preguntó a cierto derviche, a quien llamaremos Sabar:
"¿Cómo puedo encontrar esta fruta, para conseguir el conocimiento de forma inmediata?"
"Harías mejor en estudiar conmigo", dijo el derviche. "Si no lo haces, tendrás que viajar con determinación y sin descanso por todo el mundo."
La mujer lo abandonó y buscó a otro derviche, Arif el Sabio; y después encontró a Hakim, el Docto; luego a Majzub, el Loco; más tarde, a Alim, el Científico, y muchos más...
Pasó treinta años buscando, al cabo de los cuales llegó a un jardín. Allí se encontraba el Árbol del Cielo, de cuyas ramas pendía la resplandeciente Fruta del Cielo.
De pie junto al Árbol estaba Sabar, el primer derviche.
"¿Por qué cuando nos encontramos por primera vez no me dijiste que tú eras el Guardián de la Fruta del Cielo?", le preguntó.
"Porque en aquel momento no me habrías creído. Además, el Árbol sólo produce fruta una vez cada treinta años y treinta días."

ARROGANTES Y GENEROSOS
Los sufíes, al contrario que otros místicos o supuestos posesores de un conocimiento especial, tienen fama de ser arrogantes. Esta arrogancia, según ellos mismos, se debe sólo a una incorrecta percepción de su comportamiento por parte de la gente. "Una persona", dicen, "fuera capaz de encender un fuego sin frotar palos y que lo dijera, aparecería como arrogante a los ojos de alguien que no pudiera hacerlo".
También tiene fama de ser extremadamente generosos. Su generosidad, dicen, se refiere a las cosas verdaderamente importantes. Su prodigalidad con los bienes materiales sólo es un reflejo de su generosidad con la sabiduría.
La gente que desea estudiar el camino sufí, a menudo practica la generosidad con objetos, a la espera de alcanzar una forma superior de generosidad.
Sea como sea, se cuenta una historia muy curiosa sobre tres hombres generosos de Arabia.
Un día discutían unos árabes sobre cuál era el hombre más generoso. Los debates se prolongaron varios días, y al final, por común acuerdo, el número de candidatos ser redujo a tres.
Como los partidarios de los tres candidatos estaban a punto de llegar a las manos, se constituyó un comité para que tomara la decisión definitiva. Decidieron que, como en una prueba eliminatoria, se enviaría el siguiente mensaje a cada uno de los tres hombres:
"Tu amigo Wais se encuentra en un gran apuro. Te ruega que le ayudes con bienes materiales."
Se despachó a tres representantes del comité para localizar a los tres hombres y entregarles el mensaje, después de lo cual debían volver para informar de lo sucedido.
El primer mensajero llegó a la casa del Primer Hombre Generoso, y le dijo que el comité le había encargado.
El Primer Hombre Generoso dijo:
"No me molestes con esa pequeñez. Coge todo lo que quieras de lo mío y dáselo a mi amigo Wais."
Cuando este emisario volvió, la gente reunida pensó que no podía existir una generosidad mayor que ésta, junto con una tal altivez.
Pero el segundo mensajero, tras comunicar su mensaje, recibió como respuesta del criado del Segundo Hombre Generoso:
"Como mi amo es muy arrogante, no puedo molestarle con ningún tipo de mensaje. Pero te daré todo lo que tiene, y también una hipoteca sobre sus bienes inmuebles."
El comité, al conocer esta respuesta, supuso que con toda seguridad éste sería el hombre más generoso de Arabia. Pero todavía no habían examinado el resultado de la misión del tercer mensajero.
Éste llegó a la casa del Tercer Hombre Generoso, quien le dijo:
"Empaqueta todas mis pertenencias y lleva esta nota al prestamista para liquidar todos mis bienes, y vuelve aquí para esperar a una persona que llegará de mi parte." Dicho esto, el Tercer Hombre Generoso se marchó.
Cuando el mensajero hubo terminado esa tarea, se encontró en la puerta de la casa con un agente del mercado que le dijo:
"Si tú eres el mensajero de Wais, tengo que entregarte el importe de un esclavo que se acaba de vender en el mercado de esclavos."
El esclavo era el Tercer Hombre Generosos.
Además, se cuenta que, unos meses más tarde, el propio Wais, que había formado parte del comité de jueces, visitó una casa en la que el esclavo que le servía resultó ser su amigo, el Tercer Hombre Generoso.
Wais dijo: "¡La broma ya ha ido demasiado lejos! ¿No es hora de que seas liberado?" El Tercer Hombre Generoso, que era un sufí, dijo:
"Lo que para unos es una broma puede no serlo para otros. Además, estoy arreglando lo de mi liberación mediante un acuerdo con mi amo y de conformidad con la ley. Conseguir la libertad me llevará sólo dos o tres años más."


EL JOYERO
Este cuento habla de una mujer que llevaba un cofre con joyas de diversos tamaños a una joyería. Justo ante la tienda tropezó, y el joyero cayó al suelo: la tapa saltó, y las joyas se desparramaron por todas partes.
Los empleados dela joyería salieron corriendo de la tienda para impedir que los transeúntes cogieran alguna de las alhajas, y ayudaron a recogerlas.
Un avestruz que andaba por allí, pasó corriendo y, desapercibido en medio de aquel alboroto, se tragó la piedra más grande y valiosa.
Cuando la mujer echó en falta esa joya, empezó a lamentarse, y a pesar de buscar por todas partes, no pudo encontrarla.
Alguien dijo: "La única persona que ha podido coger esa joya es aquel derviche que está tranquilamente sentado junto a la tienda."
El derviche había visto al avestruz tragarse la piedra, pero no quería que hubiera derramamiento de sangre. Por eso, cuando llegaron a él, le agarraron e incluso le golpearon, se limitó a decir:
"Yo no he cogido nada."
Mientras le golpeaban, llegó uno de sus compañeros y advirtió a la multitud que tuviera cuidado con lo que estaba haciendo. También le prendieron a él, y le acusaron de haber recibido la piedra del primer derviche, a pesar de que él lo negaba.
Esto es lo que estaba sucediendo cuando apareció un hombre dotado de conocimiento. Reparando en la avestruz, preguntó:
"¿Esa ave estaba aquí en el momento en que cayó el joyero?"
"Sí", respondió la gente.
"En ese caso", dijo él, "dirigid vuestra atención al avestruz".
Tras pagarle a su dueño el precio del avestruz, lo mataron. En su estómago se encontró la joya perdida.

viernes, 8 de enero de 2010

Mi primer amor, cuarenta años después. Por John Walters - Segunda Parte


Pero el paso del tiempo nos había unido y había establecido el respeto mutuo. Hablamos como viejos amigos , y pronto nos contamos que ambos eramos abuelos.
"¿ Te acuerdas de esto?" me pregunto, mientras me daba una hoja de papel muy gastada. Era un poema que le había escrito en la escuela, de torpe métrica y deslucidas rimas. Al observar mi expresión, lo recupero y volvio a guardarlo en el bolso, como si temiera que fuera yo a destruirlo.
Le confié que había llevado conmigo su fotografía durante toda la guerra.
-Sabes bien que lo nuestro no habría tenido éxito- comento.
-¿ Porque estas tan segura? ¡ Habría sido fabuloso, con mi conciencia irlandesa y tu culpa judía!
Nuestras risas sobresaltaron a los de la mesa contigua. El resto del tiempo nos furtivamente.
Creo que lo que cada uno veía en el otro contradecía a los jovencitos inmortales que creído ser.
Antes de que la dejara en un taxi , se volvió a mi y , mirándome un momento , me dijo : "Solo deseaba verte una vez mas, para agradecerte haberme querido como lo hiciste"
Entonces, nos besamos y se fue.
En un cristal de un escaparate contemple mi imagen : la de un hombre maduro al que la brisa del atardecer revolvia las canas. Decidí irme a casa caminando. Su beso aun ardía en mi boca; sentía que me estallaba el corazón, y me senté en una banca del parque. Los arboles y el césped tenían el brillo surrealista del ocaso. Algo se disipaba en mi. Algo se había completado , y el paisaje que tenia enfrente era tan hermoso que me dieron de gritar , bailar y cantar de felicidad.
Pronto cesó ese embeleso , como todo en la vida , y pude por fin ponerme de pie y emprender el regreso casa.

jueves, 7 de enero de 2010

Mi primer amor, cuarenta años después. Por John Walters


Recuerdo cómo matizaba el sol de su cabellera. Volvió la cabeza y nuestras miradas se encontraron un momento en aquel estridente salón de clases, durante el quinto año de primaria. Sentí un vuelco en el corazón. Así empezó mi primer idilio.
Ella se llamaba Raquel, y yo soñé despierto durante toda la primaria y la secundaria , embelesado con solo mirarla, mudo ante su presencia. ¿Habrá alguien que siga revoloteando en las sombras de la noche, atraído por la pálida luz de una ventana, su ventana , como hipnotizado insecto veraniego?Aquel deliquio asexual , pero imperioso y obsesivo , que me turbaba y me quebraba la voz, ahora lo veo como lo que era : UN SUEÑO IMPOSIBLE. Sé que entonces me sucedió , pero no acierto a comprender lo que ahora la memoria insiste en recordarme : que aquello era un sufrimiento; un delicioso tormento.
En cuanto la avistaba en su camino hacia la escuela , o de esta a su casa, por entre las hileras de arboles, me quedaba inmóvil. su actitud era siempre de seguridad en si misma. en la casa revivía yo cada encuentro, y me angustiaba al pensar en mi torpeza. con todo, al llegar a la adolescencia percibí que ella me toleraba con cierto afecto.
Nos faltaba madurez para ser novios formales. Ella era judía ortodoxa, y yo católico escrupuloso; y esto nos obligaba a un amor platónica que volvía improbable un simple beso, aunque no por ello menos deseado. En cierta ocasión me las arregle para abrazarla mientras bailábamos. nuestro abrazo le provoco una risita, tan confiada y candorosa, que me odie por mis pecaminosos pensamientos.
Mi amor a Raquel nunca fue correspondido. cuando terminamos la preparatoria, ella ingreso a la universidad y yo me enrole en el ejercito. Al estallar la segunda guerra mundial, me enviaron a ultramar. nos escribimos algún tiempo; sus carta me iluminaron aquellos años aciagos e interminables. una vez me envió una foto suya en traje de baño, la que me llevo a concebir fantasías mas atrevidas. En mi siguiente carta le insinué la posibilidad de que nos casáramos; casi de inmediato, sus misivas se espaciaron y fueron menos personales.
Lo primero que hice en cuanto regrese a mi país fue acudir a su casa. Me recibió su madre: Raquel ya no vivía ahí con ella, pues se había casado con un estudiante de medicina que había conocido en la universidad. " pensé que te lo había dicho en alguna carta ", comento la señora.
Recibí su carta de despedida mientras esperaba que me licenciaran. Muy cortésmente, me explicaba los motivos que impedían que nos casáramos. ahora que recuerdo aquello, me doy cuenta de que debí de haberme recuperado bastante pronto, a pesar de que durante los primeros meses pensaba que no valía la pena seguir viviendo. igual que Raquel, también yo conocí a otra persona: una jovencita a la que aprendí a amar, y con quien sigo unido con lazos irrompibles.
Pasaron mas de 40 años antes de que volvieran a saber algo de Raquel. Su esposo había muerto, ella estaba de paso por la ciudad, y un amigo mutuo le había dado mis señas. concertamos una cita.
Sentía curiosidad y estaba emocionado. en los últimos años no había pensado en ella, y su inesperada llamada me tomo por sorpresa. verla me impresiono: esa matrona encanecida con la que me senté en el restaurante, ¿era la Raquel de mis deseos y de mis sueños, la juncal sirena de aquella instantánea?

CONTINUARA